MARILÓ, VISITA DE EMERGENCIA
Son últimos de 2018, primeros del año 2019 y después de
estos días que hemos tenido de heladas de hasta 12º bajo 0, me
llama Mariló como casi siempre que llega a Riaño y me dice: “como las heladas
han sido tan fuertes pues he decidido llegarme para ver si tenía alguna avería
en la casa. Te llamo para que cuando puedas bajes y charlamos un rato para
contarte que además traigo otra cosa por la que me llego hasta aquí que luego
te contaré, pues me tengo que marchar luego porque antes me obligaban los
trabajos ahora me obligan los médicos, la tensión, el azúcar, el reuma, el
úrico; en fin que de aquellos trabajos y aquellas penurias nos llegan estas
loterías”. Cuando me llego a su casa, como siempre, buena lumbre, mucha limpieza y el olorcillo que sale
del pequeño pote de café que está al calor de aquellos tucos con sus brasas
rojas en la hornacha. Aquel olorcillo abre las gustativas, nos saludamos como
de costumbre y después de preguntarnos por nuestras familias y sin permiso ni
protocolo de ninguna clase, paso a
sentarme en viejo escaño recuperado de la casa, de aquel entrañable Riaño, el
escaño viejo y muy trabajado de sentadas y siestas pero cómodo bastante más que
muchos de los sofás que se encuentran en muchas casas y que cuando te sientas
te hundes el culo y quedas con las piernas para arriba.
Entonces comienza a contarme ella: “Pues verás, aparte de
venir por ver la casa también he venido para llevarme unas colchas y unos
manteles que tengo bordados por mí, que es lo que hacíamos en aquellos tiempos
durante todo el invierno. Yo, como muchas mujeres de esta montaña, bordamos
cantidad de cosas y hoy nadie paga aquellos trabajos porque lo hacen las
máquinas. No sé si mejor o peor pero yo no cambio ningún trabajo mío por uno de
esos otros, lo tengo bordado sobre tela de lino sembrado, segado y metido a
mojo 20 días. Se secaba y se espadaba
para quitarle la paja, se hilaba y luego se llevaba al telar que en todos los
pueblos había para de aquella paja se había convertido en hilo y en los telares
se hacían las telas. Yo ya te digo, tengo muchos trabajos hechos y conozco a
muchas mujeres de aquellos tiempos que tienen como yo cantidad de bordados,
pero si hoy lo quieren vender nadie
aprecia aquel trabajo de mujeres que se enseñaban unas a otras. Yo voy a llevar
algunos de mis bordados para regalarlos a una señora que en aquellos tiempos
que se pasaba tan mal me ayudó mucho, trabajé para ella y se portó muy bien
conmigo y como nadie valora estos trabajos prefiero regalarlo a venderlo por un
precio ridículo.
Me dicen unas amigas del pueblo de juntarnos todas y ponerlo
a la venta, pero pienso que nadie pagará aquel lino y el trabajo puesto en esa
tela. No sé qué decidiremos pero de venderlo barato prefiero regalarlo a quien
sepa valorar ese trabajo”.
Así que con este agradable y sabroso café de pota, unas
ricas pastas preparadas por ella y una copita de orujo me despido de esta
afable mujer, que si no tenemos
ninguna novedad no volverá hasta la
primavera.
Con un afectuoso
saludo nos despedimos.
EL MOLI
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