Había
una vez hace muy pocos años y no muy lejos de donde hoy se escribe esta
historia, y no miento, puesto que la mayor parte de la gente se conoce en los
mercados, incluso al individuo del cual quiero narrar la historia.
Es pues el caso que en el pueblo de Quintacumbre,
había un matrimonio que vivía humildemente de los cortos dineros que en esos
años les daba de pensión el entonces caudillo de España, esto, para que se
enteren más de cuatro listillos que dicen que Franco no pagó pensiones. Pagó
poco pero pagó, sería lo que le daba de sí el cuerpo. Pues bien, esta familia
que vivía en ese pueblo tenía sus gallinas, gocho, conejos, palomas, que con
unas patatas y algunas legumbres que recogían de su pequeño capital, pues
pasaban el año sin hacer muchos estragos. El señor muy curioso había cuidado
unos gallos muy guapos y decidió llevar uno al mercado, se preparó una jaula y aunque
quizá hiciera mas falta el pollo en casa que en el mercado, de esta forma el salía
de casa, iba al mercado, hablaba con la
gente y pasaba el día y por qué no, se
pasaba por la bodega en la cual pues comería el chicharro de pipote, que en
aquellos tiempos pues era el plato del día junto con el bacalao y el cuartillo
de vino que entonces no faltaba en ninguna mesa.
Este
señor llegaba al mercado, exponía su pedrés con su cresta rey, y la gente
preguntaba: “ el gallo qué”, -“1200 pesetas”, de entonces realmente no pasaría
de las 500 o 600 pesetas pero al señor no le interesaba vender el gallo, porque
sino no podía volver al mercado, eran tantos los días que fue al mercado que el
pollo ya entraba y salía de la jaula solo, y hasta otro mercado. La señora en
casa se preguntaba: “¿cómo no se venderá un gallo como este en el mercado?”
pero sucedió que un día de mercado el señor estaba malo, y entonces la mujer
cogió la jaula y el gallo y al mercado, nada mas llegar empezaron las chuflas y
chirigotas, porque todo el mundo conocía el gallo. “Señora, ha bajado el precio.
¿cuánto pide hoy por el gallo?” –“ 600pesetas”. Un señor dijo que se lo quedaba, pero el señor
que lo compró quería la jaula también, “no, yo le he vendido el gallo, si
quiere la jaula son 200 pesetas”. Aunque se hizo un poco el remolón para ver si
la señora cedía al final la compro la jaula, también la señora cogió su dinero
y se fue a la bodega para celebrarlo, se comió su chicharro de pipote, se metió
su cuartillo de dos tragos y mojó su pañuelo en el suco que quedaba en el plato,
así la quedaría el olorcillo del escabeche durante toda la semana.
A
partir de este momento su mujer le dijo que hiciera una jaula para llevar algún
conejo al mercado pero ya no le dejaría ir solo a él, se irían los dos y así
poder degustar el escabeche y el cuartillo.
Acabada
la jaula y al siguiente mercado, pusieron las alforjas al burro que tenían y se
fueron al mercado con los conejos, como el burro andaba poco la señora le dijo:
“mira, yo voy delante y voy comprando las cosas que nos hacen falta para de
esta forma lo tenemos todo junto al pie del burro, le cargamos y para casa”. Así
fue, ella se adelantó, llegó al mercado, y aunque no había hecho muchas compras
porque su economía no daba para mucho sí
se llego hasta la tasca, pidió un cuartillo y como era pronto y no había
demasiada gente charló un momento con el dueño de la cantina, un señor con
mucha calma típico de aquellos tiempos, el cual sabía que el día de mercado le
esperaba el no poder parar en todo el día, pero también le satisfacía el
charlar con aquella mujer que sabía de donde era, y a lo que venía al mercado.
Cuando empezó a entrar gente la señora se despidió con un “hasta luego” y se
fue hacia el mercado, su marido estaba bajando entonces la jaula del burro y
quitándole las alforjas, el mercado estaba en pleno apogeo, todo el mundo
preguntaba por los precios de los diversos productos que allí se exponían,
porque allí se podía hacer la compra para toda la semana. Había de todo,
lechugas, tomates, puerros, berza, escarola, frutas, fréjoles, alubias,
garbanzos, lentejas y toda clase de piensos, así como pollos, conejos, palomas.
Incluso podía comprar o vender el burro.
El
mercado servía para todo, habían pasado varias gentes preguntando por los
conejos, pero les parecía un poco caro y esperaban que fuera pasando la mañana,
a ver si aflojaba un poco la cosa. Mientras tanto al vecino en el mercado le
preguntaron si podía cuidar un poco de la jaula, las alforjas y el burro para
ir a mojar la garganta, (afirmativo) se fueron hacia la cantina que en ese
momento estaba a tope, y la señora pidió un cuartillo para los dos, él no sabía
que ella ya había visitado el santuario y se había metido ya su cuartillo, y
ahora la mitad. De dos tragos se cepillaron el vino y se volvieron a ver sus
cosas como estaban, ya que en la cantina las mesas estaban llenas. Eran mesas
largas donde por cada lado se podían poner 12 o14 personas, unos estaban al
escabeche, y otros al bacalao picante o los callos, al llegar donde estaban sus
cosas le preguntaron al que se quedó cuidando: “¿ no pregunta nadie?” –“dicen
que es caro”, entonces decidieron bajar un poco el precio pues ya el mercado
empezaba a bajar.
Llegó
un señor que preguntó a cuanto el conejo, -“120 pesetas cada uno”. Era un señor
que se había movido mucho por los mercados, y empezó el racaneo,-“ le llevo los
dos si me quita 30 pesetas” –“ no puede ser, le quito 10 pesetas en cada uno y
si no les cargo al burro y para casa”. Entre tiras y aflojas el señor compró
los conejos, el matrimonio cogió 220 pesetas y se fueron a terminar de hacer
sus compras y volvieron a tomar su cuartillo, ya el local se había vaciado
apenas si había unas 8 o 10 personas. De dos tragos se trincaron la jarrita,
compraron un poco escabeche para poder hacer una tortilla en el medio de la
semana y cargaron su burro con las alforjas y la jaula vacía y se fueron para casa.
Recordemos
que entonces lo más normal era pasar por un mercado y entrar en la tasca a
comer el escabeche, los callos o el bacalao, jamás se dio nunca un intoxicado.
Ahora con tanto listo por el mundo ten cuidado que te pueden llevar los
demonios en poco tiempo, incluso el pollo de corral no se puede llevar a los
mercados, son mejores los rellenos de hormonas porque se hacen primero, y
aparte porque una mayoría de esas mujeres que quieren darnos consejos no sé si saben
preparar un pollo, desde matar, limpiar y cocinar el pollo de corral.
¡Qué
solos quedan los pueblos y nadie tiene la culpa!
Politiquillos,
sabed que los pocos que quedamos por los pueblos también tenemos pescuezo...
EL MOLI
Muy bien dicho, si señor👏👏
ResponderEliminarMuchas gracias.
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