Porqué Escribo

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Feliciano  Villafañe  Martín: Nací en el entonces viejo molino de Quintanadiez  de la vega (Palencia) el 29 de Mayo de 1937, hoy en parte...

jueves, 14 de marzo de 2019

La Cábria (3)


En la primera semana de vacaciones en que Mariló llegó a Riaño y me enteré, me llegué a verla para saludarla y preguntarla por los suyos y para que siga contándome su vida, que me parece muy interesante.
Después de un cordial saludo, lo primero fue interesarme por todos los suyos, su contestación fue un poco negativa, pues me dijo que habían tenido de todo, tuvo que pasar por los hospitales con el marido y que después de estar en el hospital un mes, pues cuando se incorporo al trabajo la empresa cerraba despidiendo a veintitrés trabajadores, ya que era una empresa pequeña y la crisis pudo con ella. “Creo que para todos fue un gran golpe, pero principalmente para él, que empezaba a reponerse un poco de su enfermedad, y con esto pues me tocó de nuevo empezar a dar ánimos a todos. Pero él lo pasaba mal, porque siempre estuvo trabajando y trayendo para casa, y cuando se vio en casa sin nada pues lo pasó mal, aunque le quedó el paro. Pero el despido y sus derechos allá están, no se sabe que pasará, yo sigo dando ánimo y fuerzas a todos y ya les digo que como el piso ya lo tenemos pagado pues es un poco menos el gasto, con lo que nos quede y unos pocos ahorrillos que tenemos pues nos tendremos que arreglar .
Pero los hijos, que son dos, un hijo y una hija ya van siendo mayores y tendrán que buscarse su vida  ¡la mía no ha sido nada fácil! pero después de todo lo que he pasado estoy contenta porque he sabido llevar el timón de la casa y de la familia, ellos también me ayudaron a mi cuando al poco tiempo de salir de casa muere el padre, que aunque mayor siempre nos daba animo, fueron días malos pero el tiempo lo cura todo y lo vas llevando.
En mi separación de los míos sentía mucho el teléfono, las cabinas unas veces no funcionaban, otras cogían el dinero y no podías hablar, menos mal que llegaron los móviles y ahora hablo todos los días con ellos.
Los hijos ahora se quieren casar, pero los trabajos no son nada seguros y los ahorros pocos, ya que llevan poco tiempo trabajando así que como todos en casa no vamos a caber pues seguro que la historia se repetirá, alquilarán piso y cuando puedan comprarán, aunque yo estaré con ellos en lo que pueda para que no pasen lo que yo pasé. Fueron muchos años de fregar pisos y escaleras, luego he trabajado en empresas, dos, tres y cinco años; y ahora en la que trabajo ya llevo cinco años, espero jubilarme en ella y si así fuera me quedaría una pensión no muy grande, pero con lo mío y lo del marido no tiraremos cohetes pero si Dios nos da un poco de salud viviremos unos años sin grandes preocupaciones y podremos olvidar mis primeros años fuera de casa cuando apenas nos llegaba para lo mas imprescindible.
De lo que más me acuerdo ahora es de mi casina del pueblo donde nací y me crié, y me llegan todos aquellos recuerdos de ir por agua a la fuente con el botijo y la cántara, serpenteando los gurrupetazos  que las veceras dejaban al salir al pasto.
Recuerdo el nacer de la hierba en primavera brotando por todos lados, el rocío de la mañana con sus gotas de agua brillantes como perlas, como que alguien las hubiera colgado de sus puntas, recuerdo el sonido de los cencerros al subir por los montes, recuerdo el ladrido del perro al volver el ganado al pasto, recuerdo el crok-crok de las perdices alrededor de los brezos, recuerdo el canto de los gallos de tía Eduviges en lo alto del leñero
y el olor característico del robleto que despejaba la respiración, recuerdo el golpear de la pala al hacer vereda en la nieve, recuerdo el frite en la sartén de las truchas pescadas en las cavas y fritas con el tocino curado al humo.
Y recuerdo cuantos recuerdos quedan en mi mente y que me llevaré para siempre en mi último viaje.
Pero tengo en mi mente que el botijo que yo llevaba a la fuente está aún hoy en día en bajo de la alacena, con los derribos las vigas seguro le protegieron  y estoy segura que aún no está roto y tiene el agua de la fuente, aunque seguro estará contaminado con el putrefacto agua de este asqueroso pantano que con engaños y mentiras nos inundó, y que las gentes que  tenían que regar también se fueron.
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¿Quién se aprovecha de esa agua ahora? “
En ese momento Mariló soltó dos raudales de lágrimas sobre las mejillas, al tratar de poner mi mano sobre el hombro de la mujer para apoyarla y darle animo, pude notar que yo también me había emocionado pues yo conocía perfectamente las casas inundadas, ya que había entrado en ellas muchas veces con los sacos de harina de cien kilos, tanto para el consumo humano como para los animales, y en todas pude ver y sentir el sublime café que en todas las cocinas estaba permanentemente el pucherín, en la lumbre día y noche y durante todo el año, entonces sentí que aquella historia también me salpicaba a mí.
No hubo tiempo para más, me despidió con un “volveré a verle.”




                                              EL  MOLI    

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